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Por Luis Arturo Armenta Hinojosa
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El boleto de entrada al mundo digital

En la entrega anterior[i], habíamos señalado el riesgo de que las desigualdades económicas ya existentes se agraven cuando el mundo incursiona en la era digital, lo cual puede fomentar la exclusión social de los sectores de la población que ya están rezagados: si el mundo se sube a bordo de un viaje digital, contar con internet y una computadora se vuelve, por definición, el boleto de entrada.

No obstante, hay ocasiones en las que acontecen eventos que desencadenan una crisis, cuyo shock viene a delatar la fragilidad que existe en el acceso al mundo digital. Un ejemplo reciente es la pandemia por el COVID-19, la cual no solamente vino a sacudir las economías de los países, sino también puso en jaque al sistema educativo del mundo. Es cierto: la pandemia llegó sin avisar, pero en el proceso obligó a las personas a abordar el mundo digital o, de plano, no abordarlo.

Las escuelas en tiempos de COVID

A fin de detener la transmisión del coronavirus, los gobiernos del mundo instruyeron a la población quedarse en casa y distanciarse socialmente. Las clases presenciales en las escuelas fueron suspendidas temporalmente y los estudiantes —los que pudieron— tuvieron que tomar clases a distancia. Los métodos convencionales de enseñanza no estaban diseñados para este cambio tan drástico. A nivel mundial, esto se tradujo en una pérdida de aprendizaje[ii].

Esta pérdida resulta alarmante, pues —de no ser atendida correctamente— se corre el riesgo de que disminuya permanentemente el aprovechamiento escolar de los alumnos, incluso después de que la pandemia termine. Esto se debe a que el conocimiento es cumulativo y progresivo: por ejemplo, antes de resolver ecuaciones, hay que aprender a sumar y restar, pero, antes de sumar y restar, hay que aprender a contar. Si algo no se aprende bien, entonces los demás aprendizajes se comprometen. Aunado a ello, el que los alumnos permanezcan encerrados restringe el desarrollo de habilidades sociales, especialmente en niños de preescolar[iii].

Panorama de los estudiantes mexicanos en pandemia

Dada la relevancia del tema, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) realizó la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED). Esta encuesta se implementó de manera telefónica a una muestra de 5,472 viviendas y tuvo como objeto de estudio a la población estudiante de 3 a 29 años.

Un resultado destacable es que, para los niveles primaria, secundaria y media superior, el principal dispositivo que se utilizó para las actividades escolares o las clases a distancia fue el celular inteligente. Esto es intrigante porque, si bien es cierto que el celular inteligente es más asequible, no siempre es la mejor opción cuando uno toma clases en línea; esto es cierto cuando el alumno debe mirar apuntes de la clase en una pantalla más pequeña que la de un ordenador o cuando realiza una tarea en un software que demanda mayores recursos.

Fuente: INEGI, ECOVID-ED, Presentación de resultados (Segunda edición), 2021.

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Ahora bien, durante la pandemia varias personas experimentaron una reducción en sus ingresos —los negocios vendieron menos o alguien perdió su empleo—. Por un lado, esta reducción afectó la capacidad de la familia para mantener a sus hijos en la escuela y que, en casos extremos, hayan optado por sacarlos; por otro lado, cuando los hijos continúan estudiando, la falta de recursos tecnológicos presiona las finanzas del hogar porque ahora las familias deben invertir dinero extra de su bolsillo —que se hizo más pequeño— para adquirir estos recursos. Este fue el caso para las viviendas que fueron objeto del estudio, quienes tuvieron que realizar un gasto adicional para poder atender clases en línea: el 28.6% necesitó comprar celulares inteligentes; el 26.4%, contratar servicio de internet fijo; el 20.9%, adquirir sillas o escritorios, y el 14.3%, comprar una computadora.

Asimismo, las familias no siempre se pueden permitir que cada miembro tenga un equipo exclusivamente para él. Esto podría afectar el aprovechamiento escolar del alumno, pues en principio tendría menor disponibilidad del equipo. Según la ECOVID-ED, el 59.4% de los alumnos de todos los niveles tuvieron que compartir el equipo con otras personas de la misma vivienda; a mayor nivel educativo, el porcentaje cae, pero siempre es relativamente alto, especialmente a nivel primaria y secundaria.

Fuente: INEGI, ECOVID-ED, Presentación de resultados (Segunda edición), 2020.

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Por último, cabe mencionar que la encuesta estimó que 2,311,104 estudiantes no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021 a causa del COVID-19, y se prevé que el 21.9% de estos alumnos abandonaron sus estudios porque carecen de una computadora, de otro dispositivo o de una conexión a internet.

En síntesis, la pandemia reveló la fragilidad del acceso al mundo digital y las consecuencias que ello conlleva para las personas de menores recursos. Ahora, el deber de las autoridades es atender la pérdida de aprendizaje e invertir en más recursos tecnológicos para el sector de la población menos favorecido, y así evitar que se les vuelva a privar la oportunidad de subirse a bordo del viaje digital.

 

[i] “Desigualdades en el acceso a un mundo digital,” Luis Arturo Armenta Hinojosa. Disponible en https://bit.ly/3kpSrWr.

[ii] “Los estudiantes de todo el mundo han perdido 1,8 billones de horas de aprendizaje presencial debido a los cierres por la COVID-19,” UNICEF. Disponible en https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/estudiantes-mundo-han-perdido-18-billones-horas-aprendizaje-presencial-debido-cierres-covid19.

[iii] “Pandemia y niñez: habilidades sociales atrofiadas y patologías emocionales,” Gaceta UNAM. Disponible en https://www.gaceta.unam.mx/ninos-y-adolescentes-ante-la-adversidad-emocional/.

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